viernes, 20 de marzo de 2009

La secta del búho que aterriza


Cuenta la leyenda, que hace muchos años un hombre con un brazo mágico, creó la secta del búho que aterriza.
Se dice que dicho hombre tenía el brazo mágico, ya que con su corta longitud podía captar auto-fotos perfectamente centradas en cualquier situación y lugar, incluso con más personas en la imagen. Hasta corre el rumor que una vez llegó a tomar una auto-fotografía en la que aparecía él junto a sus 27 amigos con los que había concurrido a una fiesta, en donde aparecieron todos perfectamente enfocados, todos sonrientes y ninguno tuvo el famoso efecto “ojos rojos”, a pesar que más de uno ya los tenía así antes de la foto.
Los más fanáticos y exagerados hablan de fotos con más gente todavía, pero no se tienen registros de las mismas.
Cuenta la historia también, que muchas personas que no creían en sus poderes, le hacían desafíos que él amablemente aceptaba y sin ningún problema superaba ante el asombro del desafiante. En antiguos registros figuran las líneas de un fiel creyente que una vez, todavía no siendo adorardor del búho que aterriza, lo cruzó por la calle y le pidió que sacara una foto con su diminuta cámara azul, una auto-foto, junto con él y otra persona que pasaba por ahí, y que en la misma apareciera también el cartel de cruce de las avenidas Santa Fé y Callao.
Está escrito que el gurú, agarró la cámara en forma casi automática de su bolsillo, abrí la lente con una sola mano, y en un segundo apuntó y disparó el flash que aturdió los ojos desprevenidos de los fotografiados que no esperaban tal rapidez.
En un movimiento instantáneo, les mostró el resultado de la foto donde aparecían los tres sonrientes, con el cartel de Callao y Santa Fé sobre sus cabezas, y como adicional, como frutilla de la torta, la cara sonriente de Valeria Maza que los miraba desde la publicidad de ropa interior pintada en la pared de un edificio que auspiciaba de escenario cosmopolita de la urbe porteña.
Pero no es objeto de esta historia contar sus habilidades con la cámara, muy por el contrario, esto es simplemente un hecho anecdótico que demuestra uno de sus tantos poderes. En cambio, la razón de ser de estas líneas es difundir la adoración a un culto, a una manera de representar la vida en movimiento, momentos dignos del Animal Planet.
Es por eso que pasaremos a contar los hechos que dan nacimiento a la secta del búho que aterriza.
Érase una vez en una hermosa plaza de la Ciudad de Buenos aires, o más bien en un parque debido a su tamaño, que se encontraba el gurú junto con dos amigos y otros acompañantes. Reflexionando sobre la vida, definiendo lo efímero de ciertos actos cotidianos, riendo sobre chistes contados a las 3 de la tarde, tomando enseñanzas de grandes sabios que le dejaron en su mente frases que recordaría por el resto de su vida, como ser “le llora el ojo al tigre viendo la presa tan cerca”, el gurú decidió hacer un movimiento que venía desarrollando hacía hace tiempo, fruto de la delicada observación de la naturaleza, de su admiración por las aves y su libertad para volar y tomar los rumbos que su instinto sugiere.
Se paró sobre sus dos piernas muy lentamente, como quién reflexiona antes de hacer cada movimiento indicándole a su cuerpo, a todos y cada uno de sus músculos, el orden correcto de activación para que en su conjunto sean estéticamente bellos al ojo humano. Irguió su pecho tomando aire, como un globo que inflado con helio se hincha y se eleva, movió ambos brazos flexionando los codos a noventa grados y frenando las manos a la altura de la cabeza. Y de un rápido movimiento llevó los codos hacia delante, volviendolos también rápido hacia atrás, pero no llegando a la misma posición sino unos centímetros antes, mientras comenzaba a flexionar levemente ambas rodillas. Repitió rápido, en un solo movimiento en forma coordinada y continuada, el paso anterior, otra vez volviendo los codos hacia delante y hacia atrás, una y otra vez cada vez más lentamente, como en el aleteo de un ave. Pero no en un ave cualquiera, es el clásico movimiento de un búho, aterrizando, frenando la velocidad y generando más resistencia al aire para disminuir el efecto de la inercia que le dio la velocidad y la aerodinamia que le regaló la naturaleza.
Y la flexión lenta de sus rodillas completaba el efecto visual adecuado.
Su pequeño y, hoy día envidiado público, se quedó boquiabierto tratando de entender lo que acababan de ver. Sin saberlo, eran testigos por primera vez del nacimiento de un movimiento que se volvería masivo y seguido por miles y miles de personas de todo el mundo. Los tres segundos que habían durado el movimiento completo, habían bastado para generar la imagen mental del búho aterrizando. Una sensación de Paz, Unión, Respeto y Amor, invadió sus cuerpos. La felicidad a niveles no esperados se apoderó de sus almas y quedaron encantados.
Es por eso que a partir de ese momento, esas personas no volverían a ser las mismas.
Hoy en día, secretamente, muchas personas y grandes personalidades, adoran a esta secta en silencio, desde el interior de sus almas, ya que una de las primeras reglas de la secta es “No hablarás de la secta del búho que aterriza” y su segunda regla es “No hablarás de la secta del búho que aterriza”.