martes, 16 de diciembre de 2008

Camino

Vuelvo caminando de la facultad por una calle que se podría decir que está a media luz. No es que no esté iluminada, pero tampoco le sobran faros. Me gusta volver caminando porque puedo pensar, ir “limpiando” mi cabeza de las cosas que se le fueron cargando durante el día. Así, de esta manera llego más tranquilo y puedo disfrutar de una buena cena, aunque no se trate más que de un poco de carne recalentada en el microondas con un tomate cortado al medio.
Cuando voy caminando, por lo general voy con la cabeza en alto. Me gusta ir mirando a la gente que pasa y me imagino la razón de estar a esa hora por la calle. Se ve a un hombre de traje, que como yo estará volviendo a su casa después de todo un día de trabajo. También veo a un grupo de chicos que deben estar yendo a tomar algo, como es habitual en estos días, de salir durante la semana.
Se ve una mujer que está paseando al perro, que seguramente le habrá llorado para que lo saque.
Hay una pareja que camina de la mano en forma lenta, sin que les importe la gente que camina a su alrededor, ni los ruidos de la calle, ni la hora que es. Solo van pensando el uno en el otro.
Después de un par de cuadras de ir con la cabeza levantada, bajo la cabeza y voy mirando el piso. En ese momento es cuando dejo de pensar y mirar a los demás, y empiezo a mirar dentro mío, pensar un poco en mí. Reflexiono sobre qué me gusta, si estoy contento con lo que hago, si me siento bien conmigo mismo o si hay cosas que me gustaría cambiar.
Me voy dando cuenta de a poco que a medida que me fui haciendo grande, fui dejando un montón de cosas que me gustaban mucho. Y creo que de eso se trata el volverse adulto. Es ir tomando decisiones que nos llevan a elegir entre cosas que nos gusta hacer y cosas que tenemos que hacer. En realidad, yo pienso que no hay nada que uno esté “obligado” a hacer. El tema es que uno las hace porque está convencido del bienestar que esas cosas le pueden traer, y en definitiva nos van a permitir hacer otra cantidad de cosas que sí tenemos muchas ganas de hacer. Para pensarlo con un ejemplo fácil, si yo tuviera que elegir si mañana a la mañana me levanto y me voy a trabajar, o si prefiero irme de paseo, obviamente prefiero lo segundo. Pero, si lo pienso más profundamente, me doy cuenta que es conveniente que vaya a trabajar, porque esto me va a permitir estabilizarme y estar tranquilo para poder así ir a pasear más seguido. Vendría a ser como una inversión.
También alguien me podría responder con el cuento del empresario y el pescador. “¿Cuál?” te estarás preguntando. Y yo te respondo que es el del empresario y el pescador. Si querés te lo recuerdo, un poco modificado según me lo permite mi memoria...
Un empresario iba en su auto de vacaciones. Iba mirando por la ventana, ya que el camino estaba a la orilla de un río y el paisaje era hermoso. De pronto, se siente que se pincha la rueda. El auto frena bruscamente en la banquita y el chofer se baja, mira el neumático y dice: “Señor, necesito si puede bajarse del auto que debo cambiar el neumático”. Entonces el empresario se baja del automóvil, y decide ir a dar un paseo por la orilla del río.
Al cabo de unos minutos de caminata se encuentra con unos cuantos pescadores tirados a la sombra de un árbol. Se queda un rato observándolos y de a poco se da cuenta que hay algo que llama su atención. Casi ninguno de los pescadores logra sacar nada del río, salvo uno que tiene un sombrero de paja y masca un poco de hierba. Ese pescador, no para de sacar peces todo el tiempo y ve que los devuelve al agua. Entonces el empresario, sorprendido por la actitud del hombre, se acerca y le pregunta: “Disculpe mi buen señor, por qué devuelve los peces al río”. Entonces con voz calma y serena, el hombre le responde que ya había pescado lo que necesitaba para el día, así que solo estaba pescando por placer, ya que le gustaba mucho.
Entonces el empresario le dijo: “Usted debería guardar los pescados, no tirarlos nuevamente al río”. La respuesta del pescador fue un tanto obvia, pero sincera: “¿Por qué?”. El empresario atónito, le dio su respuesta: “Porque de esa manera podría juntar muchos pescados y venderlos en el mercado. Así, juntaría mucho dinero para comprarse una nueva caña y ponerse a pescar de a dos cañas. De ese modo, podría tener más pescados y venderlos, para poder tener más dinero y poder, de a poco, abrirse una empresa dedicada a la pesca y poder tener mucho mucho dinero”.
Entonces el hombre, que todavía no entendía, le volvió a preguntar “por qué”.
El empresario abrió los ojos bien grandes y le dijo, “y claro, para poder tener mucho tiempo libre y hacer lo que más le guste con su tiempo”.
El pescador, que había entendido finalmente, le respondió con la misma tranquilidad de siempre: “Mire, señor, lo que a mí me gusta hacer con mi tiempo libre es pescar, como ya le dije. Y es lo que hago a diario, como puede verlo ahora mismo, así que muchas gracias por su consejo”.

Volviendo al razonamiento que nos llevó a recordar este cuento, no está mal hacer cosas (como sea trabajar) que nos permitan después hacer lo que realmente nos gusta. También es muy valedero, y muy difícil de conseguir, poder vivir de lo que nos gusta hacer.
Sigo caminando y me acerco a la avenida. Ya a unos cuantos metros me voy dando cuenta que aumenta el ruido y la cantidad de luces. Ya no me gusta tanto. Hay veces que voy pensando y voy metido en mis cosas, y no me gusta verme interrumpido por el ruido, la gente, la locura. De todas maneras, a esta hora de la noche no es tanto el lío que hay a las 8 de la mañana.
Cruzo la avenida tratando de no prestar atención a lo que pasa a mi alrededor. Sigo por la misma calle obscura, dejando atrás muy de a poco las luces y el ruido. Vuelvo lentamente a mis pensamientos y sigo mirando a mi interior. Sin darme cuenta lo fui vaciando de tensiones, de locuras, de molestias acumuladas en el día. Entonces me doy cuenta que estoy ya en la puerta de mi casa. Abro y entro. Aspiro profundamente y siento un aroma fresco, como aire limpio. Nunca me detuve a sentir los aromas de mi casa, como muchas veces no nos detenemos a sentir y a disfrutar de las pequeñas cosas. Y así es como me doy cuenta lo importante que es vivir.

martes, 25 de noviembre de 2008

That 50´s show...


Recuerdo perfectamente que ese día, antes de sacarme la foto, había ido a la trastienda de una pulpería a apostar en una pelea de gallos donde participaba el gallo de un amigo mío al que le había puesto su nombre: Claudio.
Arrancó el primer y único round y el gallo Claudio le decía a Mr. Pollo "lanza la piña digo... lánzala hijo!". Le saltó a la cabeza y se agarró fuerte, metiendole un dedo en el ojo. Al minuto el animal cayó desangrándose en la tierra y acalló los gritos de los apostadores que se encontraban alrededor de la arena de combate.
Me retiré con mis 50 ctvos de peso ley, que por aquel entonces alcanzaban para un viaje en tranvía, una torta de jamón, dos vueltas en calecita, una de las dos bolas del ticki tacka, el CD de Jonnhy Alvino con el trío los panchos, una clase de baile en la academia John Travolta y una entrada al flamante estreno cinematográfico Lo que el viento se llevó, que luego harían la secuela en el 2000 con Twister...
Agarré mi monopatín y patié hasta mi casa en la calle Ramón Falcón del barrio de Flores. Me crucé con el Poeta Allen que venía junto a Manuel Mandeb. Ambos me frenaron con caras de urgencia y me preguntaron al pasar si había visto a una tal chica "Gómez" de apellido, primera novia del famoso Poeta.
Obviamente mi respuesta fue un "no" rotundo, ya que la diferencia de edad que nos separaba hacía imposible que yo pueda conocer a una chica de su generación. Allen bajó la cabeza y siguió su camino mirando el piso.
Manuel Mandeb se quedó a mi lado leyendo en mi rostro la tristeza de no poder ayudar a su amigo. Me puso una mano en el hombro y me dijo agradecido "Las aventuras verdaderamente grandes son aquellas que mejoran el alma de quien las vive. En ese único sentido es indispensable buscar a la Primera Novia. El hombre sabio debera cuidar -eso sí- el detenerse a tiempo, antes de encontrarla."

Dio media vuelta y alcanzó a su amigo al trote. Yo me quedé mirando. Ellos siguieron su rumbo y yo aprendí una gran lección de vida...

martes, 18 de noviembre de 2008

Es increíble que en el siglo XXI...

...caracterizado por la apertura mental, el poder compartir los más obscuros secretos y todo este tipo de cosas a las que nos fueron acostumbrando los reallity show, los blogs de fotos o las páginas donde la gente comparte gran parte de su vida como MySpace o Facebook, todavía hoy sean tabú los mocos.
Como si nadie supiera que es algo natural que la nariz produzca mucosidades y que si estas se ponen muy espesas las mismas pueden molestar mucho y haya que sacarlas. Hasta pueden ser muy dolorosas si llegan a un estado sólido y puntiagudo.
Nadie dice que sea lindo compartir ese momento y querer gritar a los cuatro vientos “mirá el verde que me saqué!!!”, pero tampoco el otro extremo.
Si observamos a la gente en la soledad de su hogar, y hasta a muchos otros en momentos donde crean que no son vistos (en la oficina mientras trabaja, en la facultad mientras el profesor explica, etc), podremos ver que la mayoría de la gente saca los mocos con los dedos y no con pañuelos.
Lo que es muy divertido es ver la técnica utilizada por cada uno: está el que solo usa el índice, y lo gira para un lado y para el otro como si fuera un supertaladro perforando la plataforma submarina de brasil en busca de petróleo. Está el que trata de pasar por fino y usa el meñique, con gran habilidad, para llegar a esos lugares difíciles. También podemos observar al ya fanático, que después de tantos años de sacamoco ninguno de estos dedos lo satisface y se saca los dichosos moquitos con el pulgar. Y por último está el que, indistintamente con qué dedo se los saque, hace unas caras y morisquetas increíbles, como batiéndose en una lucha sin tregua por usurpar a la pobre mucosidad y echarla de su guarida, desalojando toda duda de quién manda.
Otro tema es qué hace después con el tan preciado trofeo.
La gran mayoría hace la ya tan famosa “pelotita”. Como que debe transportarnos a nuestra infancia este movimiento de pulgar e índice en redondel, que giran y giran amasando. Hay sub-ramas, aquellas que lo ponen cuidadosamente en un pañuelo, pero están los que los tiran lo más lejos que pueden. Después se olvidan, tal vez, y caminando descalzos por la casa se los vuelven a encontrar. Alguno que otro se para de donde esté y va al baño a tirarlo al inodoro o la pileta, despidiéndose de su amigo sabiendo que es la última vez que lo verá.
No quiero entrar en la categoría de los “pegadores”. Esos sí que son desagradables, porque en cualquier mobiliario uno puede dar con uno de estos instrusos y ahí puteamos al maleducado (o malaprendido) que dejó un regalito.
Pero si hay algo que no escapa a ninguna de estas categorías y subcategorías, es que todos, TODOS, sin dejar a nadie de lado, cuando termina la tarea, mira fijamente lo que sacó. Es una especie de curiosidad morbosa que nos lleva a ver el resultado de la afanosa tarea. O tal vez simplemente orgullo de lo que uno puede fabricar.
Lo único que yo puedo decirles de mí, es que no me gusta andar descalzo en mi casa.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La época de la pajería...


Hoy hablando con mi amigo personal (siempre me pareció muy pelotuda esta frase, porque los amigos son personales intrínsecamente! Salvo que tengas “amigos prestados”) Gonza Megazopeda (es su verdadero apellido, no saben el levante que tiene entre las vedettes), me contó que leía el blog este, solo porque lo tengo de nick en el msn, sino ni en pedo lo buscaba en google o escribía la dirección web en el browser.
Y ahí me dio a entender que era un pajero de mierda.
Y sí. Hoy día es algo muy normal y que sucede todo el tiempo. La gente habla por msn y escribe las palabras incompletas porque le da paja escribirla toda: “Kc lko! Tdo ben?” o “Ns vmos a kger a tu hna. Slds”. Una típica conversación por msn es:
A: Hey! Pasame las fotos de la fiesta del sábado por mail, plissssss!
B: Ok, escribime tu mail acá así hago “cut & paste”.

Decime si no era más rápido escribir directamente vos la dirección de mail de A!!! Pero no es cuestión de eso, es pajería pura.
En los tiempos que corren está de moda ser un colgado. Uyyyy, qué copado, se re colgó, jejejej. Y nos dejó a todos los demás boludos que no somos colgados, esperandolo en el restorant, cagados de hambre.
La verdad es que pensaba escribir un poco más, pero me da mucha paja. Cuando se pase esta época de pajería, vuelvo a escribir.
Bahhh… más que una época, un estilo de vida!

viernes, 17 de octubre de 2008

La crisis mundial que no leimos en los libros de historia


Hoy en día todo el mundo anda preocupado por la situación mundial. Es tapa de todos los diarios cómo fueron los mercados de valores europeos, asiáticos, norteamericanos y, por supuesto, el argentino, durante la jornada anterior. Falta nomás que aparezca en la portada del Ole y estamos completos.
Todo el mundo habla de cuántos puntos bajó el Merval, cuánto cayó el Dow Jones (¿quién mierda habrá sido el Sr. Dow Jones? Bueno, mejor dicho Mr. Dow Jones); se sabe que las principales acciones siguen cayendo, que los bancos hacen salvatajes (se corre la bola que de tantos salvatajes los piensan llevar a la costa argentina para que en el verano hagan las veces de guarda vidas).
Frenemos un poquito.
No, un poquito más.
Ahora sí, ¿alguien entiende de qué va todo esto? Yo sigo desayunando nesquik con choco crispis, me lleva el mismo bondi al laburo, me rasco las pelotas hasta las 11 como siempre y después empiezo a trabajar. Mis pedos siguen teniendo el mismo mal olor (tal vez ahora huelen un poquito más feo nomás, pero es el transcurso natural de la vida y mi pudrimiento interior). Tinelli sigue siendo el mismo imbésil, garca y pajero que desde el primer videomatch (más aún, desde que relataba partidos de fútbol con Mauro Viale). Para resumirlo y parafrasear al amigo Pity (amigo de alguien es, seguro): “todo sigue igual, todo sigue igual de bien”.
Entonces, ¿por qué nos preocupa tanto esto que pasa? ¿Realmente nos llegará a afectar en algún momento?
Te cuento un secreto, pero no se lo digas a nadie (es la idea básica del secreto, obvio). Tengo la sensación de que nos tendríamos que preocupar solamente porque al que le puede ir mal es a Estados Unidos. Entonces, nosotros la ligamos de rebote. No quiero entrar en tecnicismos que ustedes no entenderían, sobretodo porque serían inventados por mí ahora mismo, por lo que voy a hacer una analogía (jeje, yo sé lo que pensaron, pero no voy a caer en el chiste fácil a lo MIDACHI).
Imaginen (John Lennon Dixit). Imaginen dos hermanitos, uno de 9 años, el otro de 6. Se quedan solos en la casa por 10 minutos mientras los padres salieron a hacer algo. El mayor de ellos anda caminando por la casa descalzo y en una de esas, como a todos nos ha pasado, patea sin querer una mesa, una silla o cualquier otro objeto inanimado y firme que le hace mierda el dedito chiquito del pie. El menor que vio toda la escena no puede evitar la risita burlona que su cara desespera por mostrar.
¿Qué hace el grande en ese momento? En lugar de reconocer que fue muy estúpido al comerse así la mesa, la silla o el otro objeto inanimado y firme, por andar descalzo, se da media vuelta y empieza a correr al pendejo para cagarlo a piñas.
¡¡Así funciona el mundo señores!! El más grande, cuando sufre un poquito, hace que el chiquito disfrute. Y si descubre que el chiquito disfruta de eso, lo casca para que deje de disfrutar y sufra peor que él.
Volviendo a este hermoso y serio análisis económico del futuro que nos depara a la Argentina, lo que yo siento que va a pasar es que los yankees se van a cansar de que les vaya mal y nosotros nos caguemos de la risa de ellos desde nuestro país bananero, y de alguna manera nos van a embocar. No sé cómo, pero ellos se encargarán de hacerlo parecer un problema nuestro (a ver si vuelven mami y papi del kiosco y nos ven llorando).
Así que, visto y considerando lo que se viene, yo recomiendo vender las joyas de la abuela, total a lo sumo le quedan un par de años y no nos alcanza el tiempo para pasar la crisis que se viene. Dejen de ahorrar en dólares y euros, la moneda que se viene fuerte fuerte son los Soles Peruanos. Ojo! Nosotros que somos re pishos y aprendemos la lección, no vamos a abrir un puto plazo fijo, sabemos que si se viene el corralito nos abrochan a todos de nuevo. ¿Patacones? Olvidaaaaate!
Ya habiendo servido de asesor financiero de todos ustedes que no deben hacer una mierda (por eso están acá leyendo!), no deben tener un solo ahorro, así que no los molesto más. Mejor me voy a vender mis acciones de Molinos Río de la Plata. Byeee!

martes, 14 de octubre de 2008

Decir lo que hay que decir

Cuando cortó se quedó pensando en todo lo que tenía que haberle dicho. No era la primera vez que se quedaba con las palabras en la boca y tenía que tragárselas. Y el sabor amargo que le provocaba no se le iría por largo rato. Claro está que la solución era vomitar las palabras, poder sacarlas de adentro para liberarse y sentirse mejor.
Siguió imaginando cómo sería la conversación si la volviera a llamar. Pensó una y otra vez lo que le diría y las respuestas que ella le daría. Dio vuelta el discurso para ver si evitaba sus reproches, si por una vez conseguía que salga de la terquedad y lo pudiera escuchar. Eso, necesitaba ser escuchado.
Tomó el tuvo del teléfono y se frenó un segundo. Tomó aire como queriendo convencerse de que lo que iba a hacer era lo correcto. Justo antes de poner el dedo sobre el primer número tuvo una brillante idea. La mejor. La única que evitaría lo que siempre le molestaba de esas conversaciones. Algo que no se le había ocurrido nunca antes y que ahora estaba dispuesto a hacer para poder sentirse pleno: la llamaría y hablaría sin parar. Le diría todo en un tono lo suficientemente prepotente como para que ella no lo interrumpa, pero lo suficientemente cordial como para que no le corte.
Entonces de esa manera lograría hablar sin tener que escucharla y así poder decir todo lo que tenía que decir. Porque tiene mucho guardado y tiene que sacarlo. Porque hace mucho que acumula y no quiere seguir escatimando palabras. Es por eso que va a decirle todo.
Entonces baja la mano completa, con el dedo índice estirado como si estuviera señalando. Lo posa suavemente sobre el botón del teléfono que tiene un número cuatro en él. Luego, sin tener que pensarlo y a una velocidad increíble, hace lo mismo sobre el botón que tiene impreso el número ocho, luego sobre el dos, el uno, el tres, seguidamente sobre el seis y el siete y finalmente se posa como triunfal sobre el cuatro.
Suena. Qué terrible ese sonido; el sonido que ahora significa espera infinita. Cada vez que escucha el tono en su oído, se imagina que recorre a toda velocidad el cable telefónico, hasta llegar a una enorme red de cables donde encuentra el camino directo hacia la central. Sigue, siempre dentro del mismo tramo de cable de cobre, hasta que llega a un tramo final. Siente que el camino se hace más veloz, que entró en una autopista de luz directo hacia la central, donde siente que va a llegar, pero lo único que sucedes es que sigue hacia su rumbo. Y así, pasando por distintos nudos, va acercándose al hogar destino de la llamada.
Su imaginación se ve interrumpida por un “hola” que llega desde el otro lado de la línea.
Se queda un segundo en silencio y empieza a hablar:
“Mirá, estuve pensando todo lo que hablamos. La verdad es que no estoy para nada de acuerdo con lo que pensás, más que nada con eso de que yo no me preocupo por la pareja. Si fuese así, no me hubiera quedado todo este tiempo pensando en nosotros y la conversación que tuvimos. No me hubiese quedado repasando mentalmente mis actitudes y cómo ellas afectan a la relación y cuánta de la responsabilidad de lo que nos pasa es mía, y por lo tanto, cuánta es tuya. Llegué a la conclusión de que vos sos tanto o más responsable que yo respecto a los problemas que tenemos, especialmente sobre aquellos que me querés tirar a mí y lavarte las manos. ¿Sabés todas las veces que yo...”.
Así, siguió hablando durante alrededor de 40 minutos. Cuando terminó de decir todo lo que tenía que decir, finalizó la conversación del siguiente modo:
“... y así es como me siento. Espero que puedas entenderlo y pensar en esto como yo pienso. Y dedicarle tiempo como yo le dedico. Y que de ahora en adelante me dejes expresar y opinar como pude hacerlo hoy, así que nos vemos mañana.”
Cortó. Bajó el tuvo y lo apoyó sobre el aparato telefónico para terminar con la comunicación.
Suspiró fuerte. Volvió a tomar aire en forma profunda por la boca y lo expiró luego.
Se sentó como cansado. Había pasado los 40 minutos parado, hablando en voz potente y con una especie de tensión.
Decidió irse a dormir, a pesar de que todavía era temprano. Igualmente sabía que no se dormiría enseguida. Sabía que se iba a quedar pensando en la charla y las repercusiones, la importancia de haber hecho lo que hizo. Y así fue, tardó más de una hora en dormirse; pero esta vez no le preocupó. Estaba bien tranquilo, porque no sabía que en ese mismo momento, una señora de aproximadamente unos cuarenta años, estaba cenando con su familia y les estaba contando que un loco había llamado por teléfono hacía más de una hora y había hablado sin parar sin identificarse y sin dejarla hablar a ella, ya que cortó antes de que ella pudiera pronunciar palabra, y advertirle que había marcado número equivocado.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Con olor a nuevo

Cuando observamos la vida cotidiana de las personas, existe un sinnúmero de boludeces que hacemos todos, que no lo podríamos creer. Y las hacemos con la mayor naturalidad del mundo, porque inconscientemente sabemos que no estamos solos.
Por ejemplo, a todos nos gusta el olor a nuevo del auto; por eso le dejamos los plásticos a los asientos lo máximo posible y tratamos de no ponerle ninguno de los desodorantes de ambiente que nos dan en el lavadero de autos. No dejamos que nadie fume adentro del auto y si nosotros fumamos, dejamos el brazo completamente fuera del auto, cosa que si pasa un camión cerquita, nos quedamos como Sciolli. Cuando tiramos el humo, sacamos lo más que podemos la cabeza para evitar que el mismo se meta en el auto, pero al mismo tiempo tratamos de mirar de reojo hacia adelante.
También nos gusta el olor a nuevo de los zapatos, tanto tanto que cuando los compramos y volvemos a nuestras casas, lo primero que hacemos es sacarlos para olerlos. Cuando se los mostramos a alguien, en lugar de decir: “mirá qué lindos zapatos”, decimos: “tomá, olelos”. Cada vez que nos sacamos los zapatos después de usarlos los volvemos a oler para corroborar que todavía no se haya ido ese aroma super agradable. Obviamente implementamos el uso de talcos en los pies, para evitar que el olor a pata se les impregne enseguida. También cuidamos de no usar mucho; no vaya a ser que a los zapatos les quede el olor al polvo desodorizante.
Otro aroma que disfrutamos es el de los departamentos nuevos. Debe ser esa mezcla de resabios de pintura y pegamento, que lo hace super tóxico y adictivo al mismo tiempo. Además, creo que ese aroma nos lleva a volar y pensar cuando tengamos el departamento listo, con todos los muebles, los adornos, y las demás cosas.
Ahora, siempre me pregunté qué es lo que nos gusta del “olor a nuevo”. Si realmente existiera dicho olor, todo lo nuevo tendría ese olor. Por otro lado, alguna de las más famosas fábricas de perfume se hubiese encargado de preparar el frasco de 200 ml de “Fragancia a nuevo – Como nuevo, todos los días”, o algún nombre con slogan parecido.
Lamentablemente, hoy en día estamos tan acostumbrados a la desocupación, a correr de atrás a la inflación, la necesidad del reciclado constante, que de a poquito nos empieza a gustar más el “olor a segunda mano”.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Babar y la rehabilitación...

Este post es un "cut & paste" de un upload que le escribí una vez a un amigo para su blog sobre el elefantito Babar. Aprovecho para aclarar que este blog no intenta ser ni gracioso, ni serio, ni denunciante, ni anunciante, ni antidiarreico. Es casi casi un back up de las boludeces que se me ocurren escribir...

Situación: el elefantito Babar sentado en su trono, mirando la tele del cuarto (siempre hace con la puerta abierta, para poder seguir mirando mientras hace sus necesidades).
Una propaganda le llama la atención: “Antes odiaba a las mujeres? AHORA DENÍGRELAS… En la clínica del Dr. Pajeeta, llegue alicaido y VAYASE ERECTO”.

“Wow” pensó, es lo que andaba necesitando.

A los dos días Babar ya estaba internado. La primera mañana se levanta y va al salón común a desayunar. Se encuentra con el programa de actividades del día:
10.00 hs: El alcohol y mi perro, mis mejores amigos.
11.00 hs: Coger no es amor, es mucho mejor.
12.00 hs: Jardinería y tareas varias de granja (enterrar la batata, pelar el choclo, meter el tractor en el galpón, vacunar los gatos, etc).
13.00 hs: almuerzo.
14.00 hs: la música prohibida y sus consecuencias.
(Al leer esto Babar notó que por todo el comedor había carteles prohibitivos permanentemente; “NO se puede escuchar Franco de Evita, en especial ”; “PROHIBIDO comer galletitas AMOR”; “REPUDIO a Antonio Ríos y Chichi Peralta”).
16.00 hs: el levante. La actuación y las frases útiles (“te llamo un remís?”; “solo la puntita”; “ya borré las fotos”; “pasame tu celu que yo te llamo”).
18.00 hs: cóctel de despedida y previa.

Ante semejante Schedule (Babar es cosmopolita), Babar se sorprende y se pone contento.
En el transcurrir de la tarde se da cuenta que el lugar solo es atendido por camiones con y sin acoplado.
Va conociendo gente, hasta se encuentra con otros animales de la selva:

Cocodrilo: Hey Babar! Yo te tengo de algún lado…
Babar: Mmm… yo a vos también.
Cocodrilo: Puede ser, qué se yo, de alguna partuza de esas grosas, jajajaja, es que siempre termino dado vuelta y no me acuerdo de nada!
Babar: jajajaj, que lime que sos.
Cocodrilo: seeeeee! Jajjaja!
Babar: Che, y por qué estás acá!
Cocodrilo: estoy cansado de las minas. Siempre ando con una o dos, pero no sé… no las entiendo, o las entiendo demasiado.
Babar: ahh, pero vos sos un dandee. Un cocodrilo dandee (cuak!).
Cocodrilo: No, no, lo que pasa es que tengo el llanto fácil (cuak 2!).
Babar: Bue, pibe, que te mejores, yo solo vine porque me dijeron que está lleno de trolas…
Toallín: fumamos uno?
Cocodrilo: de dónde salió este petizo?
Babar: es un amigo, dejalo!!!!

(a los 15 minutos)

Todos juntos: ALGUNAS NOCHEESSS, SOY FACILL, UOOOO, UOOOO, NO ACATO LÍMITESSSS!!!!

Babar: cómo me gusta escuchar Babasónicos fumado!!! Jajajaja, se escuchan ruiditos todo el tiempo y me re cuelgo!
Cocodrilo: seeeee, es increíble. Bancá, bancá, que tengo que mandar un mensajito…
Babar: pará men, querés que nos echen? Están prohibidos los celulares acá…
Cocodrilo: es que me da nostalgia.
Babar: ves que sos un gil? Para qué pagás la granja? Encima vos sos reincidente. No funcionó el ambulatorio, ahora estás internado. La próxima te van agarrar y te van a mandar a la salita blanca y de ahí no se sale.
Cocodrilo: te vuamatarrrrrrrrrgggggggghhhhhhhhhhh!!!!!!!!!

Y así Babar se olvidó de sus problemas y se enfiestó con dos gatos de Sofovich, Fontana Rosa, Marta Minujín que había dejado el micro escolar en la puerta, Malena Candelmo (Babar ni se acercó a él/ella), una de las trillizas de oro, una prótesis mamaria vencida y un titular de un diario (el dueño, no una noticia).

lunes, 15 de septiembre de 2008

Pasea Perros

A veces voy caminando por la calle y veo la gente que pasea a sus perros. Uno se da cuenta que existen diversos tipos de “paseadores de perros”. Y no me refiero a los que se ganan la vida con esa actividad, sino a los que lo hacen con su perro particular.
Están los “tiradores”. Son esos que disfrutan con el sonido afónico que emiten sus perros cuando tratan de correr como locos y ellos tiran de sus correas para no dejarlos que se alejen. Cuando los ves, vas pensando en el pobre perro que no le llega la sangre al cerebro de tanto que el dueño tira de la correa, mientras el pobre va gimiendo y babeando a lo loco. Pobre de ellos si se les cruza un gato e intentan salir corriendo.
Después, están los “boludos”: llevan a su perro suelto y van mirando para cualquier lado, como si no fuera de ellos. Entonces, cuando el perro se frena a mear o a cagar, para no alejarse mucho se frenan ellos también en forma disimulada y se ponen a mirar el cielo, se atan las zapatillas o miran la entrada de cualquier casa como fascinados por la impresionante obra arquitectónica, que no es más que una puerta de madera prácticamente destruida. Son los mismos que no se les ocurre levantar la suciedad que hace su perro.
También están las “viejas cuida”. Típica vieja de unos ochenta o más años, que llevan a su pequinés o cualquier perro chico e histérico como con miedo. Cuando se acerca a ellos un perro un poquito más grande o están por cruzar la calle, lo alzan a upa y los tienen como bebés. Esas mismas señoras son las que los bañan todos los días, los peinan, los mandan al psicólogo, les pintan las uñas y les ponen un moñito rojo en medio de la cabeza, como si fuese un perro de peluche.
Por otro lado están los “instructores”. Llevan a su perro con correa de ahorque, pero sin tironear. Lo van mirando fijo para que no se mande ninguna macana y cuando se aleja un poquito le gritan “junto!!!” y tiran fuerte de la correa para dejarlos sin aire y que de esa manera bien pedagógica aprendan a no alejarse. Cuando llegan a una plaza, se acercan a otros dueños de perros y les muestran con orgullo lo bien que entrenaron a su mascota.
No nos podemos olvidar de los típicos, antíguos y nunca bien ponderados, “paseadores de levante”. Son los que se consiguen un cachorro para atraer chicas. Van caminando con el pichicho, mostrándolo lo más que pueden, para que una inocente mujer se les acerque y les diga: “pero qué tierno!!!” y ahí ZAS! le tiran el zarpazo. Una vez que el pobre animal crece un poco y se vuelve feo, hacen el plan canje y se consiguen otro cachorro, esta vez rengo, para que de más ternura todavía.
Y bueno, no podríamos dejar de nombrar finalmente a los profesionales. A los que vemos a diario con 15 perros atados a su cinturón, que caminan lo más pancho por la vereda, al mismo tiempo que un tipo con un solo perro mediano va flameando mientras el perro corre a una paloma.
Son unos tipo que deben tener la habilidad del Dr. Doolittle, porque sino no se entiende cómo hacen para que los perros no se enloquezcan y salgan corriendo cada uno para un lado; son los mismos que llegan a la plaza y atan a todos los perros en un poste, y se sientan en un banco a tomar sol, cerveza o lo que venga, con otros profesionales del rubro, mientras que el dueño en la casa pensando que el perro se está cansando y va a volver más tranquilo a la casa. Lo que no sabe es que lo que está pagando son los puchos y la birra del pasea perros.

AH! Y si llega a llover, soñá que te lo saque a pasear!

miércoles, 10 de septiembre de 2008

CUIDADO!!! Carteles explícitos...

En la Argentina de hoy en día, en la vida barrial y cotidiana, en el ir y venir de la rutina, hay un montón de mensajes que nos da la sociedad en que vivimos que ya nos indica el modo de vida que vamos a llevar. Son carteles informativos, señales que nos quieren advertir el modo en que se manejan las cosas y que no vamos a poder cambiar. Nos dicen “cuidado, esta ciudad es de locos”, o si queremos ser pesimistas nos dicen “sálvese quien pueda”; de todas maneras, nosotros no le damos importancia porque ya estamos acostumbrados a ver estas señales, y no aprendimos nunca a leer entre líneas. No hablo solamente de canal 9 que ya es tan evidente que no hace falta leer entre líneas. Hablo de simples cartelitos indicativos de distintas cosas, que sin quererlo, llevan todos al mismo lugar.
Para ser claro, voy a dar un ejemplo: el otro día iba en el colectivo viajando tranquilo, privilegio simple si los hay (teniendo en cuenta que cada dos por tres se sube el vendedor de mentitas, de monederos de cuero y de medias de lycra irrompibles que se pueden estirar de una punta a la otra del colectivo), cuando levanto la vista y veo el típico cartelito que dice “Mire atrás al bajar”. Al principio no le di ni bola, ya que este cartel está ubicado, sea donde sea, en todos y cada uno de los colectivos del 97% de las líneas. Entonces me puse a pensar qué pasa si cuando quiero bajar, el chofer se arrima bien cerca de la vereda, para que yo baje directamente a la misma. En ese caso, sería una tontería que mire atrás cuando bajo, porque lo máximo que me puede pasar es chocarme con una persona que viene caminando. Pero lo mismo podría pasarme si viene caminando una persona del otro lado. De esta manera deduje que el cartel ya nos estaba diciendo que el colectivo no iba a parar justo al lado de la vereda, sino que el chofer iba a frenar donde se le cantaba, ya sea en medio de la avenida, cruzándosele a un taxi, o pasando por arriba de un grupo de motoqueros. Es por eso que hay que estar atentos cuando bajamos del colectivo; tanto como cuando frenamos en el semáforo de F. Alcorta, frente al aeroparque, ya que pueden cruzarse motos, autos, aviones, trenes de aterrizaje, etc.
Otro cartel nefasto, pero que pasa inadvertido, es el que aparece cada tanto en la ruta y que dice “No arroje basura en la ruta”. Yo pienso, a quién se le puede ocurrir vaciar el mate en medio de la autopista; o limpiar el cenicero en la Panamericana; o tirar la lata de gaseosa en la 25 de Mayo? Pareciera que a mucha gente, porque sino, no haría falta ese cartel.
Otra de las señales de la falta de consideración como sociedad, es la conjunción loma de burro-cartel de “despacio, esuela”. Es casi indignante pensar que si hay un cartel con el dibujito de unos niños cruzando la calle, que le indica al conductor del automóvil que se está acercando a una zona de una escuela, y que por ende tiene que tener cuidado y atención por si alguno de los chicos cruza sin mirar, no se puede entender que además se tenga que poner como medio físico una loma de burro, para obligar al conductor a reducir la velocidad. Pareciera que lo único que lleva al dueño del auto a tener precaución y disminuir la velocidad, no es la posibilidad de un accidente con un niño, sino la posibilidad de que se le dañe el auto y tenga que pagar su refacción.
Así, la Argentina va a seguir acumulando carteles, señales, luces y todo tipo de advertencias para tener que hacer las cosas que TODOS deberíamos hacer por naturaleza, o también para que tengamos cuidado de esas cosas que NO deberían pasarnos. Por eso, también propongo la instalación de un letrero en las inmediaciones de la casa rosada que diga: “Cuidado. Presidente”; otro que al entrar en las AFJP diga: “Cuide sus objetos personales. No nos responsabilizamos por la pérdida de los mismo”; finalmente uno en los telos y en las llamadas “villa cariño” que diga: “Si va a tener relaciones sexuales, tenga cuidado de no traer un niño a ESTA Argentina”.